Para los trabajadores de la prensa de estos tiempos, a quienes el sacrificio de su integridad física significa poco, con tal de cumplir con el deber de informar sobre la verdad de cuanto es de interés ciudadano, la conmemoración del Día del Periodista es una valiosa oportunidad para ratificar la firme decisión de continuar perseverando en una profesión que es expresión elevada de nobleza, sacrificio y grandeza cívica.
Si bien es cierto que los cambios sociales, económicos y políticos, que se vienen produciendo desde hace dos décadas, han dado lugar a una total redefinición de la vida cotidiana de la humanidad, también es verdad que hoy los clásicos factores de la tarea de comunicar están sometidos a cambios drásticos en su naturaleza, ello como consecuencia de una tecnología, cada vez más amigable, que nos brinda la valiosa oportunidad de transmitir y compartir con alguien o, si se prefiere, de interpretar lo que otros hacen, asumiendo el axioma de que es imposible no comunicar lo que la colectividad humana exige.
La convocatoria para asumir con más entereza el trabajo periodístico con los recursos que nos facilita la nueva tecnología, en consecuencia, está dada, más aún cuando la sociedad peruana, que es la que nos preocupa en lo inmediato, afronta uno de sus momentos más complejos, con una acumulación de grandes problemas en el orden social, que nos hablan de inclusión y de redención de los marginados, pero que hasta la fecha, más allá de las palabras, no logran respuestas que salgan de esas murallas inaccesibles del poder económico que, carente de sensibilidad, no sabe de desprendimientos espontáneos.